Desde que Audre Lord escribiera «Las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo», un relato sobre su discurso «lo personal y lo político» en las conferencias «El Segundo Sexo» en la Universidad de Nueva York en 1979, el feminismo (en singular) hubo de reconocer, que no necesariamente asimilar, la casa de la diferencia, ese lugar que complejiza la realidad política del feminismo; que pone de manifiesto la blanquitud, no como un color de piel sino como un dispositivo de opresión; que señala el interclasismo como un problema de facto; que entiende que la biología no es un destino común. La consecuencia directa se traduce en una práctica plurisensible conocida como los feminismos (en plural). Sin embargo, esta pluralidad no ha resuelto la estrechez política que señalaba Audre Lord. Seguimos viendo cómo ciertos sectores del feminismo, muchos de ellos con inmenso poder, mantienen intactas la blanquitud, el interclasismo y la biología, aun más, sostienen mediante su agenda política progresista, prácticas que no hacen más que reforzar las democracias liberales.
Los Estudios de la Mujer y luego los Estudios de Género han devenido en intervenciones sociales de las mujeres del llamado primer mundo al mal llamado tercer mundo. El neocolonialismo se ha revestido de ayuda humanitaria, su implantación selectiva desde el norte económico al sur global, su sofisticada configuración y su legítima apariencia, encubren las modalidades dominantes de la recolonización en el nuevo siglo. Organismos de máximo poder político como la ONU y su acólita ONU mujeres, el Banco Mundial y el FMI junto a una variopinta cantidad de ONGs son los artífices de esta no tan nueva realidad global.
A esta ecuación han de sumarse las multinacionales que en colaboración con los gobiernos se encarga de la expropiación de tierras, la explotación de sus recursos y el desplazamiento de los pueblos originarios. La consecuencia directa, el exterminio de poblaciones y su entorno; la consecuencia indirecta, un devastador impacto eco-social que estamos empezando a ver atónitas con nuestros propios ojos.
La lucha directa de resistencia de los pueblos originarios por preservar sus comunidades y su entorno, la lucha por su autodeterminación y autonomía, la evidencia palpable de organizar la vida y la muerte en concordancia con la tierra y sus comunes, mantiene en vilo a los grandes poderes y algunos feminismos. ¿Por qué los/el feminismo no asume como suya ni crea alianzas con aguerridas activista que luchan sin descanso por la defensa del territorio, su entorno, sus libertades y las nuestras? ¿Quienes son estas mujeres y cuales son sus luchas? ¿Por qué molestan tanto? Los ejemplos de asesinatos deberían darnos pistas:
En 2011 un movimiento liderado por mujeres de Cherán (Michoacán-México) se levantó en armas en defensa de los bosques saqueados por el crimen organizado. Cansadas de los homicidios, secuestros y extorsiones consiguieron expulsar a los madereros ilegales, la policía y a los políticos. Comenzó entonces la jornada de Cherán hacia una democracia directa basada en los usos y costumbres indígenas; consiguieron con ello salvar los bosques de Cherán, más de 20.000 hectáreas han sido reforestadas al tiempo que redujeron la tasa de homicidio siendo en 2017 la más baja de todo el estado de Michoacán. Pese a ello aun se debe justicia por las 50 desapariciones y asesinatos entre las que se encuentra Guadalupe Campanur Tapia una de las líderes de la comunidad hallada muerta en 2018 por ahogamiento.
Desde que se diera el golpe de estado en Honduras en 2009, no han cesado de «aparecer» proyectos de inversión a gran escala con la consecuente destrucción medioambiental, el desplazamiento de comunidades indígenas y la privatización de ríos y territorios, más del 30% del territorio ha sido destinado a concesiones mineras. El proyecto de construcción de cuatro represas hidroeléctricas llevada a cabo conjuntamente por la compañía china Sinohydro (la mayor compañía constructora de presas del mundo), la Corporación Financiera Internacional (CFI) del Banco Mundial y la compañía hondureña Desarrollos Energéticos S. A. (DESA), desembocó en una fuerte resistencia por parte del pueblo Lenca de la región indígena de Río Blanco. Desde el comienzo de la resistencia, las compañías constructoras, el ejército y la policía comenzaron una cruzada de represión, acoso y asesinatos contra los activistas y grupos indígenas. El caso de Berta Cáceres despertó la atención internacional pudiendo dar a conocer la lucha del pueblo Lenca que se mantiene firme tanto contra los megaporyectos como por la preservación de su comunidad.
En Chile a partir de la dictadura cívico-militar se instalaron en la región de La Araucanía grandes empresas forestales que arrasaron con los bosques autóctonos. Los gobiernos que les siguieron promulgaron leyes para permitir la privatización del agua y la tierra. El Estado chileno en estrecha relación con los países colonizadores subdesarrolló al pueblo Mapuche. Son incontables las concesiones que el Estado ha dado a las empresas y multinacionales. La identidad de pueblo Mapuche como «gente de la tierra» se basa en un profundo respeto a la tierra, un ecosistema del que dependen sus vidas y las nuestras; los ríos y los bosques son fundamentales para el sostenimiento de la vida. Macarena Valdés fue una férrea activista socioambiental que lideró la lucha contra la construcción de una central hidroeléctrica de paso en el río Tranguil. La empresa austríaca RP Global y la chinela SAESA recibió autorización en 2012 para su construcción en tierras dónde se encontraban cementerios ancestrales y con la consiguiente afectación al medio ambiente, particularmente de los río Tranguil y Sin Nombre. Luego de seis largos años de procesos jurídicos y de intensa lucha el pueblo Mapuche logró paralizar el megaproyecto, no sin sufrir las amenazas, la represión y el asesinato de Macarena Valdés. Tras su muerte las mujeres se organizaron para que se reconozca el asesinato de Macarena como feminicidio empresarial.
Esto son solo algunos ejemplos de la lucha de las mujer(e)s en América Latina, pero como no podía ser de otra forma se replican en todo el cono sur, y los hay desde luego históricos, incluso mucho antes de que el progreso hiciera estragos.
La violencia política, la persecución, la violación y el disciplinamiento de las mujer(e)s ha tenido (y tiene) enfrene una gran resistencia. Nos salimos del marco común de la victimización y aprendemos de quienes con desobediencia y resistencia han luchado y luchan por su libertad y por las nuestra.