Definimos un hecho o experiencia traumática aquella que constituye una amenaza para la integridad física o psicológica de la persona, asociada con frecuencia a emociones o vivencias de caos y confusión durante el hecho, fragmentación del recuerdo, absurdidad, horror, ambivalencia o desconcierto. Tiene, por lo general, un carácter inenarrable, incontable y percibido con frecuencia como incomprensible para los demás. Quiebra una o más de las asunciones básicas que constituyen los referentes de seguridad del ser humano y muy especialmente las creencias de invulnerabilidad y de control sobre la propia vida, la confianza en los otros, en su bondad y su predisposición a la empatía y la confianza en el carácter controlable y predecible del mundo. Cuestiona los esquemas del yo y del yo frente al mundo y por tanto la estructura identitaria personal. Desde una perspectiva étnica y transcultural, un hecho traumático es aquel que genera una ruptura del sistema de equilibrios que regulan la vida de las personas y de las personas en su medio.
Una experiencia extrema incluye una gran variedad de situaciones, desde un accidente de tráfico, la pérdida de un ser querido (ya sea por una enfermedad o en el curso de una guerra), el exilio forzado, abusos sexuales en la infancia o en edad adulta, etc. entre muchas otras.
La mayoría de la población ha estado expuesta a hechos traumáticos. Las tasas de exposición al trauma en todo el mundo, así como la prevalencia de eventos traumáticos específicos, viene dada por diferentes factores históricos, culturales y políticos que varían según las regiones. Aun así, las cifras que se manejan muestran de forma general una alta prevalencia de exposición a hechos traumáticos, variando ésta en función de la metodología de análisis y del concepto de hecho traumático utilizado en los estudios.