Las políticas migratorias europeas se centran en el securitización de las fronteras, adoptando leyes y estrategias para endurecer los controles fronterizos y reducir aún más la entrada irregular en lugar de buscar vías para facilitar la migración de forma consciente y legal, que garanticen por lo tanto el cumplimiento de los derechos humanos.
A través de estas políticas se han ido ampliando y desplazando simbólica y geográficamente las fronteras. No se sitúan únicamente en los límites territoriales europeos, sino que engloban territorios cada vez más amplios en los que se ponen en marcha políticas de control migratorio fomentadas y financiadas por la Unión Europea (UE), a través de agencias como Frontex.
Estas políticas, basadas en la disuasión de la migración, y que en pocos casos apuntan a las causas estructurales, imposibilitan a las personas que migran desde África a Europa la oportunidad de llegar a través de vías seguras y legales. Lejos de esto, se implementan medidas orientadas a la inversión militar, consiguiendo a través de la violencia el cierre o bloqueo progresivo de las rutas, lo que obliga a las personas a tomar caminos alternativos mucho más peligrosos ante la necesidad de migrar. Al tener que buscar vías clandestinas, se favorece que se aumente el negocio de las redes criminales, donde los “traficantes” se postulan como los facilitadores para abrir nuevos caminos, cada vez más peligrosos, y exponen así a las personas que viajan a situaciones de extrema vulnerabilidad, violencia, tratos inhumanos y degradantes, y riesgo permanente de perder la vida.
El viaje se convierte, de esta manera, en un escenario de muerte y violencia hacia las personas que lo realizan, que se cobra innumerables vidas al año, no solo a través del cruce del mar, sino también en el desierto, donde, probablemente, pierden la vida muchas más personas que las que se quedan en el mar. Teniendo en cuenta las cifras, los datos sobre las muertes que suceden durante el tránsito migratorio siempre suponen una subrepresentación clara de la realidad, ya que las dificultades que entraña el monitoreo y recopilación de esta información son notorias.